El diagnóstico de TEA se ha considerado principalmente predominante en niños, teniendo unos datos de diagnóstico de 4 niños por cada niña.
Las diferencias suelen hacerse notables con la edad, pasando desapercibidas en etapa preescolar, ya que las características parecen ser similares. Sin embargo, conforme las niñas van creciendo, sus dificultades empiezan a pasar desapercibidas o reciben otros nombres como “timidez”, “ansiedad”, “introversión”, etc., que desvían la atención de la base de la dificultad.
Es difícil determinar si las diferencias ocurren a nivel diagnóstico por diferencias de síntomas, ya que la gran mayoría de estudios realizados en TEA se han llevado a cabo con una muestra masculina, por lo que lo que conocemos actualmente de la patogenia y de la presentación clínica está básicamente dirigida a la experiencia de los hombres, olvidando las dificultades que se encuentra la población femenina.
Esta invisibilización de las dificultades de las mujeres con TEA y su estudio, produce diagnósticos tardíos incluso en edades adultas, lo que conlleva más problemas asociados y aumenta que pasen desapercibidos.
Además, la mayoría de los estudios de TEA y diferencias de sexo, se realizan con población con diagnóstico de autismo de alto funcionamiento, por lo que es difícil estimar las diferencias entre TEA con más necesidades, donde hasta ahora se ha considerado que las mujeres presentan más gravedad en sus síntomas.
La presión y necesidad de encajar a la que se ven sometidas las mujeres, hace que las niñas con TEA intenten imitar y camuflar sus dificultades, adaptándose a las normas sociales. Este control de sus necesidades genera mucha ansiedad y esfuerzo, por lo que comúnmente las chicas TEA reciben otros diagnósticos, sobre todo en edades adolescentes donde las dificultades empiezan a ser mayores. Esta fuerte presión y desinformación sobre lo que les ocurre puede generar problemas alimenticios, problemas sociales, dificultad para identificarse con un rol de género, etc., lo que se suma a los sentimientos de no encajar y de rechazo que sufren por sentirse diferentes y no comprender la razón.
Por esto es importante adoptar una perspectiva de género para entender la invisibilización que sufren las mujeres con TEA, desde la ciencia hasta la práctica clínica, donde se pasan por alto síntomas no tan comunes en hombres pero que afectan a las mujeres y que deben ser estudiados, identificados y entendidos.